miércoles, mayo 23

14. PABLO

—No digas nada y sígueme.
—¿Y el cadáver?
—¡Que no digas nada! Es más… —Pablo sacó de su bolsillo dos máscaras de luchador idénticas.
—¿Qué es…?

Pablo tomó a Ingrid del cuello y la amenazó en voz baja, contenido, muy enojado.

—¡Que te calles! Las órdenes las voy a dar yo. Póntela.

Eran las máscaras del Vándalo Tenebroso. Siempre traía una consigo. Normalmente la usaba para impresionar a Luisín, el hijo de Sarah, su mesera favorita del Café La Blanca. Pero hoy traía otra porque pensaba ir a desayunar ahí al amanecer, antes de irse a acostar. La vería, le haría la plática, ponderaría sus nalgas bajo la falda pistache del uniforme y le regalaría la máscara para que se la diera a su hijo. Nunca pensó usar su máscara en una cuestión policiaca. Se sintió El Santo.

—Vamos a salir de aquí, ¿oquei? —explicó en el mismo tono de voz—. Las necesitamos para que no nos identifiquen. Hay cámaras de seguridad por todos lados.
—¡Pero me va a arruinar el peinado! —dijo Ingrid, pero al ver la mirada fulminante de Pablo, corrigió— ¡Es broma, es broma! —se puso la máscara.

Salieron al pasillo y corrieron hacia las escaleras de emergencia. Al abrirlas, aparecieron dos policías.

—No se muev… —no terminó de hablar el que apuntaba con la pistola, con el puño de Pablo rompiéndole tres dientes.

Le quitó el arma y con esa amagó al otro policía que subió instintivamente las manos.

—Si me siguen, la mato —dijo y puso la pistola en el escote de Ingrid.

Y bajaron por las escaleras de servicio, corrieron por el patio trasero y llegaron al auto. Sorprendentemente, nadie los había seguido hasta ahí. Literalmente aventó a Ingrid en el asiento trasero y el subió al del piloto y arrancó rechinando llantas.

—Dame tu celular.
—¿Qué?
—Que me des tu celular. Ahora.
—Pero ya te lo sabes.
—Hablo del teléfono. ¿El aparato? ¿El móvil?

Ella se lo pasó temerosa. Él lo vio con desdén y lo arrojó por la ventanilla.

—¿Por qué lo hiciste?
—Tu número está registrado en el celular de él.
—Ah…
—¿En tu contrato diste tu domicilio?
—S-sí…
—Carajo. Entonces hoy dormirás conmigo. Y no se te ocurra cobrarme.

3 comentarios:

Eduardo dijo...

Oh Dios! Oh Dios! Oh Dios! Oh Dios!

Anónimo dijo...

Al fin!!! saludos desde Cancun

Dana dijo...

"Adoro a esos maleducados que no te piden permiso para nada."
Nuria Bagges

...¡pero lo pude haber dicho yo en éste capítulo!