viernes, mayo 25

15. KLIT

El oficial la miró con desprecio.

–Pinche mocosa, estás metida en la mierda hasta el cuello y ni cuenta te das –dijo.

Pero Klit sí se daba cuenta y sabía que cada segundo que pasaba se hundía más.

–¿Puedo ir al baño? –preguntó. La mención de la mierda le dio la idea.

El oficial la observó dubitativo.

–Ve, pero que no se te ocurran ideas. Hoy no estoy de humor para romperle la madre a escuinclas pendejas. El baño está al final del pasillo.

Klit se puso de pie y salió del pequeño cuarto. Afuera había un pasillo con dos puertas. La del fondo, que seguramente era la del baño, y otra. Se dirigió a la otra. Estaba cerrada con llave. Caminó hacia el baño. Era un diminuto cubo de altas paredes. Olía a mierda. Tenía una pequeña ventana, pero estaba muy alta y Klit dudaba que su regordete cuerpo cupiera por ahí. Pero estaba obligada a intentarlo. Se paró sobre la caja del retrete y se extendió tanto como pudo. Era inútil: la ventana le quedaba aún demasiado alta incluso para asomarse. Klit se sentó sobre la taza abatida: sus últimas horas de vida se estaban yendo directamente al caño.

Súbitamente se abrió la puerta del baño y entró un hombre extremadamente delgado, de cara angulosa y traje gris.

–No hay tiempo que perder. Estás en peligro. Tienes que hacer exactamente lo que te diga.

Klit asintió atónita. El hombre sacó de su traje un spray de gas lacrimógeno.

–Toma, guárdalo. Regresa al cuarto y espera unos diez minutos, después aprovechando cualquier descuido del güey que está ahí rocíale esto en la cara. Échale suficiente. Eso lo dejará fuera de combate por unos minutos. En cuanto lo hagas corre hacia la puerta del pasillo. Yo estará ahí esperándote. ¿Entendiste? Vete.
–¿Quién eres? ¿Cómo sé que no me estás tendiendo una trampa para que me acaben de joder?

El hombre la miró profundamente con sus pequeños ojos grises de ave.

–Soy amigo del Conde. Él sabe de la caja y quiere ayudarte.

El hombre salió del baño apresuradamente. Klit se quedó sentada en el retrete, dejando que el profundo hedor a mierda se enmarañara con la confusión que experimentaba en ese momento. El Conde. Estaba anonadada. Había creído que jamás volvería a saber de él. Y tenía razones válidas: la última vez que lo vio estaba tirado en el piso con la mirada hueca. Dany, el atractivo transexual al que dulcemente llamaba novia, eufórico por su fiesta de cumpleaños, había mezclado en sus entrañas diversos estupefacientes obteniendo como resultado una intensa paranoia. Sin que nadie supiera bien a bien cómo había ocurrido, esa noche le había sorrajado tres balazos a quemarropa al Conde. La fiesta se había echado a perder.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto cada vez está más loco!

Pero Mimostruo, yo me imaginaba a Klit rebién buenota, y ya me la echaste a perder con "su regordete cuerpo". >_<

raul g.n. dijo...

Es un buen punto. Pero recuerda que las mujeres siempre se ven a sí mismas más gordas de lo que en realidad son. Klit está un poquito pasada de peso pero sumamente apetecible. Y si no, la ponemos a dieta, faltaba más.

Eduardo dijo...

Jajaja, por algo es Klit, pero en fin, ¡Qué chingones escribidores!

Unknown dijo...

Jajaja, es lo bueno de ser escribidor: todas las mujeres están bien buenas.

PD: Ya subí otra parte del cuento-novela.