jueves, mayo 10

8. DEMÓSTENES

En la puerta con el número 122 de Bosque de Cipreses había una cámara de video. No la había visto, pero la cámara a él sí. Se apartó rápidamente. Resopló. Quizá ya lo había visto. Quizá sólo esté esperando a que toque el timbre. María, Marta, Marla. Metió la mano a su bolsillo. Ahí estaba el collar que le robó a Lilí. No se lo robó en realidad. Se lo regaló el día de los novios, pero luego ella, tan bruta, lo dejó olvidado debajo de la cama hace como un mes, la vez que cogieron porque la mamá de Demóstenes estaba fuera de la ciudad. No se lo ha devuelto y no lo va a hacer. Ahora va a aplicar el viejo truco de:

—Hola, me diste esta dirección y pues es que dejaste tirado este collar en el piso.
—Ay qué lindo, pero no es mío.
—¡Cómo crees!

Y luego mirarse y besarse y. ¿O qué habría hecho Pablo en una situación como esta? Él es un chingón. Seguro él no necesitaría de un collar ni nada. Nomás con verla, ella caería.

Pero en ese momento se abrió el portón metálico y un Audi A8 negro, que él no había visto ni escuchado, entró a toda velocidad a la casa. Alcanzó a ver a María, Marta, Marla en el asiento de atrás. Corrió y se escabullió dentro antes de que la puerta automática lo dejara afuera. Escuchó cómo cerró por detrás: un ruido metálico, mecánico, que lo dejaba en medio de un jardín perfectamente recortado, delante de una cochera donde el A8 se detenía junto a un Mercedes Benz y una Hummer. Pero por su derecha apareció un hombre de negro, voluminoso, gafas oscuras y un cuerno de chivo en la mano.

—¿Qué haces aquí, pendejo?

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