sábado, mayo 12

9. PABLO

Pablo cerró la puerta de la suite, colgó el celular y se acercó sigilosamente al clóset donde había escuchado el timbre.

–Ingrid, soy Pablo, ¿estás ahí?

La puerta del clóset se abrió lentamente. Como en una mala película de terror, de la oscuridad surgió el rostro lloroso de Ingrid. El rímel corrido le daba un aspecto tétrico. Su despampanante belleza había desaparecido.

–Ingrid, ¿qué pasó?

Ella comenzó a balbucear palabras inconexas arrastradas por un mar de lágrimas. Pablo la sacudió.

–Ingrid, tienes que controlarte. Necesitamos mantener la cabeza fría. ¿Qué pasó?

Ingrid asintió en silencio. Sin mediar palabra caminó hacia la salita. Pablo la siguió. Ella se detuvo frente a la televisión y señaló un punto detrás de un sillón. Fue entonces que Pablo lo vio: en el piso se encontraba un hombre ostensiblemente gordo, impecablemente vestido de traje y corbata. Tenía un pequeño orificio de bala en la cabeza.

–¡Mierda! –exclamó el luchador–. ¿Es tu cliente?
Ingrid asintió.
–¿Qué carajos pasó?
–Llegué, lo saludé, me metí al baño para prepararme, como siempre, y de pronto escuché una explosión. Cuando salí no vi a nadie. Empecé a buscarlo y lo encontré ahí, así.
–¿No viste a nadie? ¿Cuánto tiempo pasó entre que escuchaste el ruido y saliste?
–Nada. Unos segundos. No sabía que era un balazo. Creí que se había roto algo o que había explotado el televisor. Sólo se me ocurrió meterme al baño y llamarte.

Pablo resopló pesadamente y enlistó mentalmente los haberes de la jornada: un cadáver recién fabricado, un guardia encabronado, una puta histérica y un asesino quien probablemente aún estaba en el edificio o en la suite. Definitivamente esa era una noche de mierda.

1 comentario:

Bada dijo...

Muchas gracias por el comment... de hecho tienes razón, el centro es lo más rico.
Un beso