lunes, junio 11

21. JONÁS

Pasaba del mediodía cuando llegué. En un principio pensé en tomar un taxi, pero después me di cuenta de que no tenía ninguna prisa. Podía caminar. Así lo hice. Tardé más de seis horas en atravesar la ciudad. Estaba tan cansado que tuve que detenerme frecuentemente. De vez en cuando disparaba la cámara, sólo para tener de qué acordarme cuando intentara en el futuro reconstruir esa odisea.

La vecindad estaba igualita. Más deteriorada, pero igual de deprimente. Sentí un vacío hondo en el estómago. Una arcada de recuerdos más bien dolorosos me reptó por el esófago. Creí que íban a saltar al exterior convertidos en una catarata de vómito o en un torrente de lágrimas, pero nada ocurrió. Dudé. Pensé en la beca, en el dulce aroma del éxito, en el dinero, en que no era tarde para regresar, dejar toda la mierda atrás y tirar para adelante, largarme a Europa y convertirme en lo que siempre quise ser. En lo que siempre debí ser. Pero no me engañaba. Esa vida no era la mía. Por más que lo aparentara, por más que ganara becas y premios, por más que me codeara con artistas en intelectuales. Mi vida era esta; una vecindad hedionda en una colonia apestosa de la Ciudad de México. Mi vida era en gran medida, los especímenes que habitaban ese lugar. Mi vida, a pesar de todo y de tan diversas formas, eras tú.

Caminé firmemente pero sin prisa hasta la casa número 23. No había la menor posibilidad de que después de tantos años aún vivieras ahí, menos después de todo lo que pasó. Pero algo me hacía pensar que ahí estabas esperándome detrás de la puerta como tantas otras veces antes. Toqué como siempre lo hacía, con dos golpes largos y fuertes seguidos de tres breves. La puerta se abrió y súbitamente ahí estabas, majestuosa como una reina en su castillo decrépito,
imponente como una diosa en su templo en ruinas. Me mirabas atónita con esos ojos azules que parecían poder tragarse el mismo infierno.

–Jonás –dijiste al fin con una voz lenta, cansada.
–Hola, Dany –respondí.

Me di cuenta de que estaba sonriendo.



6 comentarios:

Eduardo dijo...

Ay no mamar! A ver si ya le posteyan más seguido.

Anónimo dijo...

No comento, pero estoy al pendiente de sus nuevas entregas (post).

D.C.

Alejandro Badillo dijo...

"Me mirabas atónita con esos ojos azules que parecían poder tragarse el mismo infierno" es lugar común además de una imagen que no queda del todo clara.. En líneas anteriores sobran algunas palabras. Hay que ser más preciso a la hora de escribir. Interesante ejercicio de todas formas.
Salud

Lucho dijo...

Ya llege a tirarte mierda (te acuerdas).

-Estan buenos sus personajes.

Lucho dijo...

saludos

Anónimo dijo...

Actualizen más rapidin nop?