martes, junio 26

24. PABLO

Llevaban horas encerrados en esa habitación sellada. Sólo entraba la luz polvosa de la tarde desde una ventanita a tres metros del suelo. No estaban amarrados. Simplemente los arrojaron y cerraron la puerta. Por una rendija debajo de la puerta les pasaron botellitas de Bonafont. Les advirtieron:

—Si cuando abrimos la puerta no tienen puesta la máscara de luchadores los matamos, putos.

Había una colchoneta en el piso, ocupada por Ingrid que no dejaba de mentar madres (“Pinchecondemamónijodesuputamdre”). Había un retrete en una esquina: al menos tenía agua. Quizá el único momento que tranquilizó a Ingrid fue cuando Pablo se dispuso a orinar.

—No te hagas el pudoroso, Pablo —dijo ella—. Como si no hubiera ya visto demasiados pitos en mi vida. Y el tuyo no está nada feo, déjame decirte.

Eso sonrojó a Pablo, que agradeció tener puesta la máscara. Ingrid, en cambio, no tuvo ningún pudor al usar el retrete: se bajó la tanga y se sentó.

—¿De qué lo conoces?
—¿Al Conde? Me quería padrotear. No me dejé. Es el típico pervertido-impotente. De los que me piden que le rompa el culo con el puño y que les haga cosas sucias. No sé… No estamos amarrados. Está tan loco que seguro hay cámaras escondidas y está esperando que me violes para filmarnos. Y luego, claro, nos va a matar.
—Igual que mató al del hotel.
—De hecho ¿sabes qué? —dijo mientras se quitaba la máscara y se acomodaba de nuevo el cabello y volvía a dejar al descubierto su rostro de diosa—. Mejor me la quito. Si de todas formas me va a matar. Quítatela también, Pablo. Vamos a ponernos cómodos.

Pablo tuvo la impresión de que ella le miraba la entrepierna. Se quitó la máscara.

—¿Y por qué traías estas máscaras?
—Se las iba a regalar a un niño.
—¿Tienes hijos?
—No, no... es el hijo de una mesera que conozco.
—Y ella te gusta. ¿Y luego?
—Tiene novio. Un judicial.
—Ah, uno de esos... —y el coqueto dedito índice de Ingrid empezó a caminar por el pantalón de Pablo—. Me dan ternurita. Se sienten hombres. Pero los hombres de verdad son de otra especie —y lo miró a los ojos.
—¿Quién era Giovanna?
—Era su amante... y al mismo tiempo su hermana. Eran mellizos. Un pedo muy enfermo. Una vez en una fiesta él se disfrazó de ella y ella de él. Lo hacían a veces. No se lo decían a nadie. Como un juego. Ya ves ese pedo de los mellizos. Luego no sé qué pasó, estaban todos drogados y le dispararon a la hermana y la mataron. Y el Conde, vestido de su hermana, lo vio todo y siguió fingiendo que lo habían matado. Pero el pedo es que la hermana y yo no nos llevábamos. Pinche perra. Yo mejor me fui y no quise saber mucho de nada.

Ingrid se levantó y se estiró como una leona.

—¿Sabes? Creo que hay algo que me gustaría hacer mucho antes de morir.

4 comentarios:

Eduardo dijo...

...¡Verga!(Literalmente)

Sara Limon dijo...

Ahh, ta weno esto

Anónimo dijo...

Crees que la bloggera "yo soy ella" es muy creativa? mira de donde plagia sus posts y un chingo de cosas hasta su nombre


aqui




comparalo con su post que tiene publicado ahora de "enjuerma"
aqui

Anónimo dijo...

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mimostruoº





donde anda??










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